Con la sugerente pregunta de si ¿Para ser un buen director general hay que ser mala persona?, la Comisión de Gestión de Personas de la AED en Madrid, organizó un nuevo desayuno de trabajo en el que los autores del libro ¿Hay que ser un cabrón para llegar a director general?, Sofía Delclaux y Antonio Agustín, junto a Ricardo Currás, presidente de Día %, Bill Derrenguer, ex consejero delegado de Kellogg’s y socio de la AED, Miquel Lladó, ex presidente de Bimbo y miembro de la Junta Directiva de la AED, y Antonio García de Castro, director general del Instituto Internacional San Telmo, colaboradores de la obra, debatieron acerca del estilo de dirección y reflexionaron acerca de la función del director general, los valores que deben regirle y cómo debe afrontar su labor en las organizaciones.
Los participantes de la mesa destacaron en sus intervenciones que no es necesario ser mala persona para ser un buen directivo, cualidad que no debe confundirse con ciertos valores que deben estar presentes en la dirección como la firmeza, la exigencia o la previsibilidad. Con estas premisas, según pusieron de relieve los expertos, la función del directivo debe enfocarse a construir un entorno que maximice el potencial de su equipo, sea constructivo y ayude a crecer a las personas, quitando miedos y estimulando su aprendizaje.
Por otra parte, los directivos coincidieron en afirmar que actitudes como la falta de respeto o las que llevan a tomar decisiones basadas más en el interés personal que en el de la organización son absolutamente inadmisibles para construir una empresa con futuro. Asimismo juzgaron reprobable incentivar económicamente a los directivos por actuar bajo criterios éticos porque, en su opinión, es un aspecto que debería formar parte incuestionable de su labor cotidiana.
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