La Inteligencia Emocional: clave para luchar contra la incertidumbre ante la COVID-19

 

 

Emociones emergentes en tiempos Covid-19

La ansiedad, el estrés, la fatiga, el desgaste mental y el pánico son algunas de las emociones negativas que caracterizan momentos de incertidumbre, como el ocasionado por las situaciones extremas y atípicas que hemos experimentado en los últimos meses ante la pandemia del coronavirus.

Tanto en el entorno familiar como laboral, son numerosos los ejemplos en los que familias, empresarios y directivos de primer nivel han experimentado este tipo de emociones negativas. En este nuevo contexto social ante la pandemia hemos tenido que adaptarnos a la nueva situación, reinventándonos en poco tiempo, buscando soluciones, o tomando decisiones rápidas en situaciones extremas y que, en ocasiones, han podido tener consecuencias en nuestro estado emocional y en nuestro entorno laboral y familiar.

 

 

 

Repercusiones de nuestro estado emocional

Este tipo de emociones negativas, como la ansiedad, no son enfermedades transmisibles ni contagiosas, sino que se trata de estados emocionales individuales que cada persona maneja de la mejor manera posible y que gestiona con las herramientas de las que dispone. Pero, ¿Qué sucede cuando estas herramientas son insuficientes y no conseguimos controlar estos estados emocionales?

En el entorno laboral, pueden aparecer síntomas como taquicardias, malas digestiones, dificultad para tomar decisiones, bloqueos, dificultades para la atención, aislamiento, dificultades para expresar opiniones e irritabilidad. Esto puede tener consecuencias en el estado de salud físico, psicológico y social del directivo de primer nivel como una excesiva preocupación ligada a un alto nivel de autoexigencia, cansancio o agotamiento producido por un estado de tensión constante, insomnio, aumento de la inseguridad en el desempeño del trabajo, etc., y que pueden afectar directamente al desempeño profesional.

Tampoco debemos olvidar que este tipo de emociones pueden tener consecuencias directas en nuestro entorno familiar y pueden afectar, por ejemplo, al estado emocional de nuestros hijos. El Dr. Alfonso Sobrino, que forma parte del proyecto “Comprometidos con tu Salud” de Adeslas, explica que los niños dan muchísima importancia a la vivencia emocional que ven en sus padres (ver video y entrada en el blog de Adeslas). Hasta los 8 años de edad, nuestros hijos aprenden por observación en un alto porcentaje, lo que se denomina “aprendizaje vicario”, lo que implica que, si ven a sus padres en un estado emocional negativo, también verán su estado emocional afectado.

 

“Si nuestros hijos ven que sus padres están preocupados, ellos también se van a sentir preocupados (…) No van a entender la causa por su edad, pero sí que van a quedarse con que algo malo está pasando”

 

Por eso no debemos olvidar que, en estas edades, los padres son el modelo a seguir de sus hijos y todo lo que vean en ellos puede afectarles.

Pero, ¿cómo podemos controlar estas emociones y sus posibles consecuencias en nuestro entorno? Muchos expertos hablan del manejo de la Inteligencia Emocional como solución para combatir estos estados emocionales.

 

La inteligencia emocional como herramienta 

Una de las estrategias clave para gestionar este tipo de emociones en nuestro día a día es la Inteligencia Emocional (IE) – definida como un conjunto de habilidades para identificar, usar, comprender y manejar nuestras emociones y las de los demás – que, en la actualidad, es de vital importancia. LA IE nos permite controlar nuestro pensamiento y comportamiento y, de este modo, amortiguar el impacto de las emociones negativas y sus posibles consecuencias.

Para ello, tal y como destacó Daniel Goleman, es importante que tengamos en cuenta las siguientes competencias para dirigir con inteligencia emocional nuestras vidas:

 

  • El autoconocimiento: se centra en tomar conciencia emocional de uno mismo, es decir, conocer nuestras propias reacciones emocionales y reconocer las fortalezas y limitaciones sin perder la confianza en uno mismo. De este modo podremos decidir a dónde y cómo queremos conducir nuestra vida y podremos identificar nuestras emociones en el momento en el que aparecen.

“Esta capacidad nos proporcionará una base para armonizar nuestras decisiones con nuestros valores.”

 

  • La autorregulación: se centra en la capacidad de gestionar nuestras propias emociones e impulsos perturbadores como la incertidumbre, lo que nos permitirá encauzarlas adecuadamente. Con esta competencia obtendremos autocontrol, adaptabilidad ante situaciones cambiantes y coherencia de nuestras acciones con nuestros valores y compromisos asumidos.

“Esta competencia nos proporcionará la serenidad y lucidez necesaria para afrontar situaciones estresantes y nos ayudará a mantenernos imperturbables ante situaciones críticas.”

 

Además de las competencias anteriores, también es muy importante que, como directivos de primer nivel, desarrollemos otras competencias como:

  • La conciencia social o empatía, relacionada con la capacidad de entender los sentimientos y comportamientos de los demás, lo que nos permitirá conectar con un amplio abanico de señales emocionales de las personas que nos rodean y tendremos la capacidad de escuchar con atención, expresarnos de forma asertiva y comprender la perspectiva de los demás, aunque no compartamos las mismas ideas. Además, la gestión de las relaciones ayudará al directivo de primer nivel a cooperar y ejercer una influencia positiva sobre los demás, lo que repercutirá en su buena gestión.

 

Por tanto, utilizar la inteligencia emocional es un valor en alza ante la incertidumbre en los nuevos tiempos inciertos por el COVID-19. Nos ayudará a gestionar nuestro comportamiento y hacer frente a los mayores riesgos y retos que debe asumir un directivo de primer nivel, y que han cambiado drásticamente.

 

 

 

Referencias:
• CROEM (2014). Manual de Inteligencia Emocional aplicada a la prevención de riesgos laborales. Murcia.

• Extremera, N (2020). Afrontando el estrés causado por la pandemia COVID-19: Futura agenda de investigación desde la inteligencia emocional.

• Ibarrola, B. Dirigir y educar con Inteligencia Emocional. Ponencia del VII Congreso de Educación y Gestión. UNED.

 

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