José María Jordá: «Una de las enseñanzas de la actual crisis nos dice que las empresas deben participar en la construcción de una sociedad mejor, en beneficio de todos»

En el 25 aniversario de la AED, hablamos con José María Jordá, que desde su fundación hasta 2011 desempeñó el cargo de secretario general, y de 2011 a 2014 el de vice-presidente. En esta entrevista, nos cuenta cómo ha sido su recorrido junto a los líderes más destacados del país desde entonces hasta hoy, así como los hitos y retos que enfrentan los líderes en la actualidad para consolidar su liderazgo y el futuro de sus empresas.

 

 José María: ¿Qué motivaciones e inquietudes provocaron la fundación de AED? ¿Siguen siendo válidas a día de hoy?

La fundación de AED-Asociación Española de Directivos fue el resultado de la voluntad de dos asociaciones (Asace y Club Financiero) que operaban en Barcelona con distinta vocación y que asumieron el objetivo común, alentado por Isidro Fainé, de impulsar  una entidad que agrupara al directivo a título voluntario y personal para dotarle de voz propia y representatividad, organizando actividades que favorecieran su desarrollo, conocimientos, conductas y también proyección social, en consonancia con su compleja y exigente labor profesional.

Desde la perspectiva que me dan estos 25 años, reconozco el mérito y la generosidad que supuso autoliquidar ambas asociaciones en pleno funcionamiento ante el propósito de crear una nueva entidad de carácter nacional, independiente, plural, abierta a toda clase de directivo, indistintamente de su rango o sector de actividad. Fue una renuncia en aras a un proyecto más ambicioso del que estábamos plenamente convencidos. Hoy, todos esos objetivos me siguen pareciendo muy vigentes.

Como uno de los artífices de la creación de AED, en 1996, ¿cuál es tu visión sobre la labor realizada, 25 años después?

En los inicios tuvimos como prioridad la integración de los dos colectivos, pues solo unos pocos eran socios de las dos entidades, si bien éstos fueron determinantes para las negociaciones y cimentación del proyecto AED. Simultáneamente, impulsamos la programación de actividades que respondieran a las expectativas de los socios y con el atractivo suficiente que nos facilitara la captación de nuevos miembros. La apertura de la oficina de Madrid, con una junta propia y un programa específico, supuso un paso imprescindible para la expansión territorial, que hoy aún no se ha detenido. Inicios modestos basados en la tenacidad, solvencia económica y funcional junto a la capacidad de adaptación a los cambios sociales y a las crisis han sido valores que han acompañado siempre la gestión de la entidad.

Pero me gustaría ahora referirme a los últimos años, posteriores a 2014, cuando dejé mis responsabilidades. Desde fuera adquieres otra perspectiva y he podido percatarme de la evolución positiva de la entidad con iniciativas tan exitosas como el programa “De directivo a consejero” con KPMG e IESE, la transformación del histórico Premio al directivo o el despliegue digital que en 2018 me contaba Xavier Gangonells; una anticipación en toda regla que, cuando se convirtió en exigencia en 2020, tuvo una aplicación total e inmediata, permitiendo un funcionamiento óptimo de la entidad así como la organización de actividades en formato virtual en cantidad y calidad inimaginables, que no sólo han estimulado al socio sino que han logrado incrementar la masa social en un escenario muy adverso.

25 años dan para mucho y durante los 15 primeros fuiste secretario general de AED. ¿Podrías recordar algún momento en especial?

Sin duda el momento más especial fue impulsar la creación de CEDE, justo un año después de la fundación de AED, para dar cabida a todas las asociaciones de directivos del país que agrupasen a directivos de diversos ámbitos y a modo de federación representativa, que no existía.

Otro recuerdo especial llega cuando el flamante World Trade Center de Barcelona nos cedió un espacio para trasladar las oficinas de AED y la sede de la entidad a cambio de la prestación por nuestra parte de unos servicios que le requerían sus estatutos internacionales. También la cesión por gentileza de H10 de un salón habilitado para ubicar nuestras oficinas en Madrid, anexas al hall del hotel Villa de la Reina.

En otro contexto destacaría la gestación de la figura del socio corporativo, con el fin de vincular a las empresas para que aportaran conocimiento y recursos económicos sin perjudicar las prerrogativas del socio individual, esencia de nuestro colectivo. Hoy sigue siendo uno de los pilares de la organización.

¿Cómo ves el futuro de los directivos y de la asociación?

A mi juicio, un reto personal de futuro para todo directivo es reducir la contradicción entre los valores que pregona y sus actos. En definitiva, debe mejorar su calidad humana y ejercer un liderazgo basado en una alta reputación y en la ejemplaridad.  La asociación tiene la misión de ayudar al directivo en su camino hacia esa excelencia. Una de las enseñanzas de la actual crisis nos dice que debemos y podemos cambiar muchas cosas que están a nuestro alcance para participar en la construcción de una sociedad mejor por parte de las empresas y las organizaciones, en beneficio de todos. No podemos correr el riesgo de quedarnos impasibles. Hay que frenar las enormes desigualdades sociales y acabar con la pobreza antes de que sea tarde.

Otro hecho que me preocupa: el avance de la IA viene acompañado de un debate ante la aplicación indiscriminada de la tecnología y la dimensión ética del avance tecnológico a ultranza anteponiéndose a los valores humanos. Hay pareceres diversos, si bien la responsabilidad sobre el sentido de su uso tiende a recaer sobre los ejecutivos y los consejos de administración.

Si el vector principal de la formación del directivo ha de ser la transformación, la AED debe acompañarle en sus retos tales como la alineación con los ODS, en conocimientos científicos, filosóficos… y hasta ejercitando su modestia: se habla de inmortalidad (Singularity University) y algo tan antiguo como una pandemia evidencia la vulnerabilidad y fragilidad humana. O una lacra tan perniciosa y endémica en nuestro país como el paro juvenil y la incapacidad manifiesta para resolverla.

Durante este último año, en medio de la confusión leía a Yuval Noah Harari y me ponía luz reclamando que la sociedad civil en general y, especialmente las organizaciones de carácter empresarial, tuvieran un papel más proactivo y dinámico ante los políticos y sus asesores, así como con la administración y sus múltiples órganos, contando con un amplio concurso de expertos y una presencia constante en medios de comunicación y redes sociales con el único fin de evitar mayores desastres. Bien, con estas y otras muchas reflexiones propias nacidas en el seno de la entidad, intuyo que el trabajo futuro de la AED seguirá siendo apasionante.

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