A medida que alcanzamos puestos de mayor responsabilidad se complica tener un horario y debemos adaptarnos de manera ágil y eficiente a situaciones que cambian con gran rapidez.
Desempeñar un puesto directivo es una espada de doble filo, ya que podemos sentir que tenemos más margen de maniobra, pero a la vez debemos lidiar con más estrés que impacta en todas las áreas de nuestra vida.
¿Cuáles son las fuentes de estrés en el día a día del directivo de empresa?
Profesionales de la salud de Adeslas identifican las fuentes de estrés más comunes:
- Las fluctuaciones económicas en las que se mueve la organización
Los cambios económicos que se producen habitualmente, y más ahora en el contexto de una pandemia mundial, hacen que el directivo se enfrente a una gran incertidumbre. Informaciones difíciles de interpretar en un contexto muy cambiante generan más estrés.
Un mundo digital y globalizado, con gran volatilidad en los mercados financieros, provoca grandes cambios de paradigma en un corto periodo de tiempo. Esta situación incrementa la sensación de incertidumbre hasta extremos difícilmente manejables.
- La baja tendencia a delegar
Esta circunstancia se deriva básicamente de una mala gestión del tiempo y del surgimiento de sentimientos de desconfianza, lo que nos puede abocar a una espiral negativa.
- La ausencia de una buena separación entre la vida personal y la profesional
Nos cuesta “desenganchar” la atención del trabajo, algo que se agrava, hoy por hoy, con las facilidades de acceso que nos ofrecen las herramientas digitales más habituales en el entorno laboral (portátiles, Wi-Fi…). El desgaste psicológico se puede acentuar a medio-largo plazo con la posible aparición de un cortejo sintomático adicional caracterizado por la fatiga permanente y el insomnio.
- Los deficientes flujos de comunicación
Es frecuente sentir que nos falta información en los momentos clave o ser víctimas de errores relacionados por malentendidos. Los fallos de comunicación con el entorno más cercano pueden derivar en desconfianza y, en última instancia, desembocar en una situación de estrés crónico difícil de soportar.
- La forma de gestionar los conflictos
En toda empresa nos encontramos con intereses contrapuestos o que solo coinciden parcialmente. Es habitual que surjan “bandos” y que la aplicación de medidas para resolver los conflictos nos obligue a posicionarnos en uno u otro sentido. Las implicaciones estratégicas y morales de estas decisiones producen altos niveles de estrés.
¿Qué debemos de tener en cuenta para frenar esta espiral?
Hay cuatro consejos básicos a tener en cuenta:
- Aceptar el malestar, intentando no bloquear aquellos sentimientos que lo producen y no darles más importancia de la que tienen, porque de lo contrario, les daríamos poder sobre nosotros mismos. Enfocarnos en aspectos estimulantes nos ayudará a disminuir el malestar.
- Planear horarios para nuestra vida personal, evitando la desorganización del tiempo libre y dándole una estructura adecuada. Así no caeremos en la tentación de dedicar más tiempo al trabajo.
- Asumir que una buena comunicación con el entorno de trabajo equivale a tiempo ganado. Es de utilidad introducir dinámicas de valor, manteniéndonos cercanos, generando intercambios de información de manera espontánea, evitando en lo posible las barreras de comunicación.
- Crear espacios de trabajo cómodos. El estrés es un estado psicológico altamente contagioso que puede llevar a un mal clima laboral, tendencia a la irritabilidad, evitación de problemas… Muchas veces esta situación no surge no por las personas sino porque falla el modo de relacionarse y el espacio físico en el que lo hacen.
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